Por Redacción INversión INmobiliaria
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Foto: Centro Nacional de Convenciones, QATAR del Arquietecto Arata Isozaki. 

El arquitecto japonés de 87 años de edad, Arata Isozaki, recibió el Premio Pritzker de Arquitectura 2019. Isozaki creció en medio de los paisajes carbonizados y aplanados del Japón urbano al final de la Segunda Guerra Mundial. La visión de la destrucción nunca lo abandonó.

"Esas ruinas quemadas volverían a mí cada vez que me enfrentara a una hoja blanca de papel de dibujo", escribió. “Todo lo que pude dibujar fueron fragmentos rotos fundidos y fusionados, deformados y distorsionados, que crearon objetos que solo se formaron por casualidad.

"Deambular entre ellos me inculcó una conciencia del fenómeno de la destrucción, en lugar de un sentido de la transitoriedad de las cosas".

Su arquitectura ha sido extraña, a menudo aparentemente incompleta o deliberadamente discordante. Nunca satisfecho con un estilo de firma o un enfoque singular, Isozaki ha sido un teórico clave y una gran influencia en la escena arquitectónica global desde la década de 1960, cuando sus textos radicales, exposiciones y propuestas visionarias explotaron en las páginas de revistas de arquitectura y cultura.

[quote width="auto" align="none" border="#002f56" color="#59a3d9" title=""]Nacido en Oita en la isla de Kyushu en 1931, Isozaki ha sido reconocido como una figura fundamental. De hecho, formó parte del jurado inaugural del Premio Pritzker que eligió a Philip Johnson en 1979. Ha sorprendido a muchos, de que no lo haya ganado antes. Tal vez fue porque aunque sus diseños son visionarios y sus visiones son inolvidables, sus edificios reales han dividido a los críticos y no siempre han encontrado el favor. Algunos, como su colosal Centro Nacional de Convenciones de Qatar (2011), el corazón de la ambiciosa Ciudad de la Educación con su enorme estructura surrealista en forma de árbol, parecen verdaderamente extraños (en realidad fue una reelaboración de un diseño anterior sin construir para la estación de trenes de Florencia) . Pero rara vez pueden ser acusados de ser aburridos.[/quote]

Oscilar entre extremos salvajes, desde el brutalismo concreto hasta el minimalismo zen y desde una retícula modernista severa hasta un postmodernismo chillón, su obra es difícil de evaluar. "No podía detenerme en un solo estilo", escribió. “El cambio se hizo constante. Paradójicamente, este vino a ser mi propio estilo ".

Su diseño más memorable fue el plan “Ciudad en el aire” para Tokio (1960-63), un bosque de grupos de módulos de dispositivos suspendidos sobre el caos de la calle en los baúles de servicio. Evocaba la ebanistería tradicional japonesa tanto como la emoción de la ciencia ficción. Su elevación de la arquitectura sobre la ciudad lo convirtió en un punto intermedio entre el alto modernismo (bastante literal) y la habitación fuera del mundo, pero sin destruir la ciudad existente más abajo, como propuso la planificación más modernista. También, posiblemente, contenía un recuerdo de la nube de hongo, una indicación de su propia destrucción.

Foto: Ciudad del Aire

Los diseños de Isozaki contenían un sentido de potencial, de realidades y futuros alternativos. "Cuando Japón se rindió en 1945, todavía era muy joven", escribió, "pero podía sentir que la historia se había desorganizado. Al mismo tiempo, había una sensación de quietud total, a partir de la cual tal vez podría comenzar otra época u otra historia. Al igual que en la película The Matrix, dos o tres mundos paralelos se cruzaban, este tipo de pensamiento me preocupaba ".

La instalación del laberinto eléctrico de Isozaki en Milán en 1968 estuvo en sintonía con el radicalismo de su momento en su mezcla de medios, una arquitectura verdaderamente pop de imágenes en lugar de edificios. Sugirió una cultura más amplia para la arquitectura y su pensamiento y escritura han sido instrumentales para ampliar sus horizontes.

Su primer gran edificio realizado fue en su ciudad natal y representó un futuro tan radical como sus teorías. La Biblioteca de la Prefectura de Oita (1962-66) se diseñó como un edificio que podía crecer y adaptarse a las necesidades futuras, más bien que estáticas. Desde allí, diseñó una gran cantidad de edificios municipales y corporativos en un Japón en rápida expansión. Algunos eran mágicos, otros excéntricos, pocos olvidables. Por ejemplo, existía la forma muy extraña y tubular del Fujimi Country Club, con la forma de un signo de interrogación que aparentemente expresaba el desconcierto del arquitecto ante la obsesión corporativa de Japón por el golf.

Su carrera global fue lanzada por el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles y el edificio del Equipo Disney en Orlando con su pórtico de orejas de Mickey Mouse y su cóctel de racionalismo severo y desenfrenado y postmodernismo.

Había edificios en rejillas estrictas que parecían contener un recuerdo de los marcos de acero quemados de los edificios de las ruinas y había megaestructuras como el Palacio de Deportes Sant Jordi en Barcelona (1990). Incluso hubo un intento de reactivación del diseño de la Ciudad en el Aire escogido por un cliente de Qatar que quería realizar los dibujos visionarios como una nueva Biblioteca Nacional en Doha. Pero también había gemas más pequeñas, incluida la sala de conciertos acústicamente venerada en Kyoto (1995) y una serie de austeras pero inventivas casas de Tokio de los años 70 con bóveda de cañón y algunos cubos engañosamente simples como el Museo de Arte Moderno de la Prefectura de Gunma (1974).

Foto: La biblioteca Kitakyushu Central Library .

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